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La clase obrera de Puerto Rico ante el 1° de Mayo de 1897


https://nuevatribuna.publico.es/articulo/historia/primer-movimiento-obrero-puerto-rico/20180828143502155178.html
Primer Movimiento Obrero de Puerto Rico

Por: Francisco Moscoso

Historiador


El Primero de Mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores en todo el mundo. La fecha histórica está directamente relacionada con la lucha de los trabajadores a lo largo del siglo 19 por reducir la jornada laboral diaria de 14, 12 y 10 horas, en unos países y otros, y fijarla en 8 horas; y por mejores condiciones de trabajo. Desde 1817, el empresario solidario con la clase obrera Robert Owen formuló el reclamo que se hizo universal de las Tres Ocho: 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación, 8 horas de descanso. (Véase nuestro artículo, “Primero de Mayo de 1897”, Claridad, En Rojo, 29 abril- 1 mayo 2020). En esta ocasión presentamos información distinta a la aparecida en el artículo citado.


La historiografía sobre el 1° de Mayo es amplia en todos los países y en Puerto Rico, en particular. Entre otras fuentes, tenemos el magnífico ensayo del especialista en la historia obrera, Ricardo Campos Orta, La celebración del Primero de Mayo en Puerto Rico (orig. 1973) que cubre el período de 1897 a 1924; y que reeditamos con Introducción y Notas (San Juan: ArteGráfiko, 2020, 44 pp.).


Aparte del significado histórico del 1° de Mayo, usualmente se desconocen las manifestaciones políticas y los reclamos de la clase obrera que han confluido en torno a las conmemoraciones, anteriores y hasta el presente. Para el pueblo trabajador, conmemorar es conocer la historia y tomar conciencia de sí como clase social y de sus luchas a través del tiempo. Hay que motivarse a leer y estudiar y separar tiempo para ello; eso solo lo puede hacer cada cual. Quien busca información, sobre cualquier tema, encuentra; quien busca más, profundiza.


En Puerto Rico el significado del 1° de Mayo se registró en un periódico obrero en 1897. Su primera manifestación pública y masiva de celebración y movilización política data de 1899. Entre un momento y otro sucedió la Guerra Hispano Americana de 1898 y el cambio de dominación imperialista de Puerto Rico de España a Estados Unidos de América.


Antecedentes de lucha obrera


Los trabajadores y las trabajadoras han estado en resistencia y lucha contra la explotación del trabajo y las condiciones de opresión general de la existencia humana desde que surgió la diferenciación entre productores y no-productores y la consiguiente división de la sociedad en clases sociales. En el caso de Puerto Rico, nos referimos al escenario originario de naborías (primeros trabajadores tributarios) y caciques (jefes) del tiempo de los cacicazgos taínos, entre el 1100 y el 1492 del descubrimiento, conquista y colonización española; y de ahí en adelante.


En este artículo consideramos el terreno más próximo al 1897. Ello nos ubica en los años posteriores a la abolición de las formas precapitalistas laborales, de la esclavitud y del régimen de la libreta de jornaleros, acaecida en 1873. Y, a su vez, en las primeras décadas del capitalismo pleno, enfrentando los intereses de los empresarios y comerciantes patronales y los trabajadores asalariados en general a finales de la dominación española.


Desde los inicios de la colonización española en el siglo 16 los artesanos estaban constituidos en gremios. Estos eran agrupaciones de oficios como, por ejemplo, los gremios de carpinteros, albañiles, herreros, plateros, zapateros, sastres y otros. El ejercicio de los oficios estuvo controlado y reglamentado por el gobierno hasta el fin de la dominación española en el siglo 19. Los gremios continuaron existiendo en el siglo 20. En el transcurso de ese siglo y hasta el presente, a su vez, surgió la modalidad de asociación colegiada de profesiones y oficios, de colegiación obligatoria o voluntaria según los casos y la legislación vigente. Por ejemplo, el Colegio de Ingenieros y Agrimensores, el Colegio de Abogados y Abogadas, el Colegio de Peritos Electricistas, y así por el estilo.


Durante el último tercio del siglo 19, como ha señalado el historiador Gervasio L. García, en Puerto Rico surgieron otras formas pioneras de asociaciones obreras tales como las sociedades de socorro mutuo, cooperativas y casinos (Primeros fermentos de organización obrera en Puerto Rico: 1873-1898, San Juan, Puerto Rico; CEREP, 1974; 20 pp.). Asimismo, las huelgas del pueblo contra la imposición exorbitante de contribuciones (F. Moscoso, “Huelga contra abusivos impuestos”, El Nuevo Día, 21 marzo 2017) y las huelgas de los trabajadores contra la subida de precios y por mejores condiciones laborales se hicieron comunes en el nuevo terreno histórico del capital y el trabajo asalariado. (F. Moscoso, “¡Abajo! ¡Aquí no se trabaja!: Las huelgas obreras en Puerto Rico, 1895”, Claridad, cuaderno En Rojo, 30 abril-10 junio 1993, seis números; hay versión digitalizada).


En los últimos dos años de la dominación española un sector de artesanos se destacó como vanguardia de la clase obrera puertorriqueña. Sus integrantes provenían de diversos oficios.


El grupo Ensayo Obrero


Las huelgas obreras de enero y febrero de 1895 fueron la respuesta espontánea e inmediata de los trabajadores y trabajadoras contra el aumento súbito y unilateral de 50% en los precios de las mercancías por parte del comercio, con autorización del gobierno. Ese aumento está relacionado, al mismo tiempo, con el alza en los costos de suministros y transporte marítimo al país, fuera del control de manos puertorriqueñas. Cualquier semejanza con aumentos en el transporte marítimo y el alza concomitante de precios que se anuncia en el presente no es coincidencia. Viene con el “package” del colonialismo, de antes y de ahora, hasta nuevo aviso histórico.


En resistencia contra el abuso patronal con los precios, 22 categorías de trabajadores se declararon en huelga por todo Puerto Rico. Estas comprenden desde estibadores, carreros transportistas, peones de haciendas azucareras, albañiles, lavanderas, aserradores de fábricas de madera, entre otros. Entonces, los trabajadores conocieron también los intentos de los patronos de emplear rompe-huelgas. Algunos sectores organizados en gremios dieron muestra de alto nivel político y de tener conciencia de clase. Tener conciencia de clase obrera implica: (a) darse cuenta de la enajenación del ser social causada por el capitalismo, que convierte todo incluso al ser humano en mercancía; (b) que esta enajenación tiene sus raíces en las relaciones del trabajo; y (c) disponerse a actuar como clase trabajadora por sí y por sus intereses. Entre las obras que tratan este tema, una lectura importante es el clásico publicado en 1923 del filósofo húngaro Georg Lukács (1885-1971), Historia y conciencia de clase (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1970). En el Comunicado del Gremio de Sastres, de San Juan, del 5 de febrero de 1895, se puntualiza a la clase trabajadora como el componente básico y mayoritario de la sociedad; y que, a su vez, representa a “la humanidad oprimida, que protesta indignada contra la humanidad opresora”. (En Las huelgas obreras de1895, citado arriba).


De ese caldo de lucha obrera, en 1895 y 1896 emergió un grupo de artesanos que inspiró la organización sindical con más amplitud en Puerto Rico. El término sindicato deriva del latín, syndicus, y este a su vez del griego, σύνδκός, compuesto σύν. con y, ôίκτ, justicia: con justicia. De esta referencia a la etimología, o estudio del origen de las palabras, obtenemos unas nociones muy interesantes. Síndico, pues, era la persona escogida por una comunidad o grupo para cuidar de sus intereses. En la historia de Puerto Rico del terreno que tratamos, en los ayuntamientos municipales se designaba un síndico para velar por el uso correcto de los bienes públicos. Ese fue el caso, por ejemplo, del licenciado Segundo Ruiz Belvis (1829-1867), síndico de Mayagüez.


Señala el historiador Mario R. Cancel Sepúlveda que como Síndico Procurador Ruiz Belvis (nombrado en 1857) era depositario y responsable de los bienes públicos, que en su tiempo también incluía ser defensor de los esclavos. (“Segundo Ruiz Belvis: Apuntes para una lectura desde el presente”, Horomicos: Microlecturas, 11 mayo 2018; en internet). El ingeniero e historiador Aurelio Tió apuntó que cuando el general (gobernador) Félix Messina visitó Mayagüez en 1864, “trató de usar ilegalmente ciertos fondos municipales. Los concejales cedieron a su presión, menos Ruiz Belvis por lo que fue destituido de su cargo”. (“El Patricio don Segundo Ruiz Belvis”, Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia, Vol. III, No. 9, 1973, pp. 29-40). Un sindico correcto no permitiría ningún acto de corrupción. Segundo Ruiz Belvis es un monumento patriótico contra cualquier tramoya malvada del estado, general o municipal. Que se conmemore su natalicio: le da nombre a la ética gubernamental.


Trasladado al ámbito obrero, por ende, un sindicato se define como una asociación de trabajadores, de uno o varios ramos laborales, para la defensa y promoción de sus intereses colectivos, la consecución de la justicia social y rechazo de cualquier instancia de corrupción en su organización. Líderes sindicales deben ser representantes inquebrantables de estos propósitos. Así se concibe en su gestación.


Los artesanos con el nuevo ímpetu de organización y solidaridad social trabajaban y vivían en San Juan. Los hubo en otras partes de Puerto Rico, como veremos, que luego se afiliarían a nivel nacional. El grupo estaba integrado por José Ferrer y Ferrer y Ramón Romero Rosa (tipógrafos), Eusebio Félix Santiago y Fernando Gómez Acosta (carpinteros), Eduardo Conde (encuadernador), Norberto Quiñones (tonelero) y José Rivera (oficio desconocido). A Eduardo Conde se le ha conocido usualmente como “pintor de brocha gorda” (por ejemplo, pintor de casas y edificios). Sin embargo, en el artículo “Cuatro palabras a los señores González y Clavelín”, de coautoría con Santiago Iglesias y José Ferrer y Ferrer, Eduardo Conde se identifica como encuadernador. (La Correspondencia de Puerto Rico, Año VIII, Núm. 2591, 10 enero 1898, p. 3). Probablemente se desempeñaba en ambas labores.


Norberto Quiñones es un ejemplo que nos refiere a las primeras formas de agrupación de las décadas previas. En una noticia de La Correspondencia de Puerto Rico, 16 marzo 1895, identificado como “el honrado artesano don Norberto Quiñones” figura como presidente de la sociedad La Flor de Mayo. Se trata de un casino de trabajadores donde en esta instancia se celebró un “Baile de Piñata”. (Año V, Núm. 1564, p. 3). Estos bailes tienen sus raíces en algunos pueblos de España; en la costumbre católica eran el último baile antes de la cuaresma. Del techo se colgaba una bolsa llena de dulces a la que algunos con los ojos vendados daban de palos, hasta hacerla abrir y caer al suelo las golosinas. Las organizaciones obreras funcionaban con escasos fondos y los donativos de sus miembros. En junio La Flor de Mayo enfrentó un juicio por deuda de 107 pesos y 20 centavos de alquiler de la casa que ocupaba en la calle San Agustín del barrio de Puerta de Tierra, aledaño a la ciudad. La noticia no provee todos los detalles. En lo que parece ser una medida drástica de represión, el juez municipal J. López Gaztambide validó la expropiación y subasta del mobiliario y otros objetos del local: 23 sillas de pajillas pintadas de negro y 15 de amarillo; 2 espejos de pared; un tintero de cristal; 40 libros; 13 cuadros pintados al óleo; un cuadro con la imagen de San Juan Bautista y otro con la del Rey, entre otros. No perdonaron los cuadros ni del santo ni del monarca. ¿Será que hubo unos interesados en poseerlos? (Gaceta de Puerto Rico, Núm. 88, 23 julio 1895, p. 6). Podemos imaginar el desasosiego causado entre las familias obreras afiliadas. Es una muestra de algunas de las realidades cotidianas.


En el artículo “Mártires de la Federación Libre” de unos años después, Santiago Iglesias identifica a Norberto Quiñones como “obrero tonelero”, habiendo sido uno de decenas de trabajadores agredidos por las turbas (grupos armados de maleantes) vinculados al Partido Republicano encabezado por el Dr. José Celso Barbosa que promovía la anexión a Estados Unidos. Hemos tratado este tema en artículo anterior (“La Federación Libre, las Turbas y los Mártires Obreros, 1899-1902”, Claridad, cuaderno En Rojo, 2 al 8 mayo 2019, pp. 18-19).


A finales del 1896 esos artesanos proponían publicar un periódico que sirviera de orientación y propiciara la organización sindical y solidaridad de la clase obrera. El nombre del periódico sería Ensayo Obrero, que es el nombre que igualmente identificó al grupo. A ellos se unió un joven español de 24 años, Santiago Iglesias Pantín, inmigrante en esos días.


Santiago Iglesias: orígenes de un mito

Acerca del personaje Santiago Iglesias (1872-1939) hay su autobiografía, algunas biografías y artículos y otros textos que tratan e interpretan su vida y obra sindical y política. Sobre su llegada a Puerto Rico e incorporación temprana al movimiento obrero destacamos de su autoría, Luchas emancipadoras (1929; 2da. ed 1958). Además, el libro de una de sus hijas, Igualdad Iglesias de Pagán, El obrerismo en Puerto Rico. Época de Santiago Iglesias, 1896-1905 (1973). Estas obras contienen información valiosa y citas documentales importantes. En ambos casos, sin embargo, es necesario hacer una lectura crítica, y no dejarse llevar por todo lo que exponen.


Santiago Iglesias llegó a Puerto Rico con ínfulas de superioridad. “La propaganda de ideales cívicos y de organización obrera en el país la comencé el mismo día que se utilizó mi trabajo”. Es decir, cuando fue empleado como carpintero. Ese es el bizcocho de su arrogancia pretensiosa. Su hija se encargó de ponerle el glaceado azucarado (el “frosting”, palabra también incorporada en Puerto Rico tras la invasión de Estados Unidos en 1898): “Con la llegada de Iglesias puede decirse que empezó la vida real y positiva del obrero puertorriqueño, rompiendo las barreras hasta entonces infranqueables de la injusticia social”, escribió Igualdad Iglesias. De esta perspectiva se hizo eco el historiador Gonzalo F. Córdova: “Se puede decir que el movimiento obrero en Puerto Rico comenzó en el momento en que Santiago Iglesias llegó a San Juan en los últimos días de diciembre de 1896”. (Santiago Iglesias, creador del movimiento obrero en Puerto Rico. Río Piedras: Editorial de la UPR, 1980, p. 25). ¡Llegó el faro de Santiago Iglesias y se hizo la luz para la clase obrera!


El mito del antes y después de Iglesias (y los hay de otros personajes tenidos por principales o hasta decisivos en la historia de Puerto Rico) lo cultivaron los propios Iglesias. Aprovecharon las expresiones de admiración de Ferrer y Ferrer, Romero Rosa y otros para abonar la imagen. Por supuesto que los pueblos tienen sus líderes y son importantes, pero cuando se cae en el caudillo endiosado estamos en el terreno de la ideología y sus artimañas. Un largo camino de festejo adulador gubernamental y de desinformación e ignorancia entre el pueblo en general y la clase trabajadora lo ha estirado hasta nuestros días. Se nota, especialmente, en las conmemoraciones del “Labor Day” los primeros lunes de septiembre. Es el día que los patronos, gobernantes y aristócratas sindicales en Estados Unidos imperial, y en Puerto Rico colonial por añadidura, escogieron para desviar la atención del 1ro de Mayo combativo de los trabajadores al “Día del Trabajo” reformista y apaciguador. Ese es casi como decir Día del Capital.


Por otro lado, hecho estas salvedades, no hay dudas de que en aquellos comienzos en Puerto Rico Santiago Iglesias se distinguió por su capacidad de trabajo, militancia y compromiso con mejorar la situación de la clase obrera. Era buen discursante y pronto despuntó como líder, y uno principal, de sectores de trabajadores durante las dos décadas siguientes. Pero esto es muy distinto a pretender proyectarlo como el originador del movimiento obrero. En ello persisten desde sectores obreros hasta algunos políticos. Dos ejemplos: la conmemoración de Iglesias, precisamente en el Día del Trabajo, llevada a cabo por la Federación Puertorriqueña de Trabajadores (FPT) y la Hermandad de Empelados del ELA en el mausoleo de Santiago Iglesias en el Cementerio de San Juan (Primera Hora, 6 septiembre 2010), y, el acto de recordación conducido por el senador Henry Neumann (PNP) de Santiago Iglesias “como padre del movimiento sindical” en Puerto Rico, en el Senado de Puerto Rico (Comunicación del Senado, Facebook, 3 septiembre 2018).


A los 14 años Santiago Iglesias abandonó su ciudad natal de La Coruña en Galicia, España, y embarcó aventurero - “a ver mundo”, escribió - hacia Cuba. Su hermano Eduardo hizo lo mismo con destino a Argentina; aún hay que explorar si también tuvo un camino político similar. En la travesía en 1886 una escala en San Juan le ofreció un vistazo preliminar de la ciudad. Luego de una década en La Habana, debido a su militancia obrera y solidaridad con la causa independentista, el general Valeriano Weyler lo sentenció a muerte. Iglesias consiguió escapar en un barco hacia Inglaterra. Aprovechó la escala en San Juan, a mediados de diciembre de 1896, para apearse y quedarse (definitivamente) en Puerto Rico.


Pronto Iglesias halló trabajo de su oficio de carpintero en obras militares en el Escambrón y el Fuerte San Cristóbal. Allí entró en conversaciones con soldados y obreros a escondidas de ingenieros y oficiales militares. Ignorante del trasfondo de la lucha obrera en Puerto Rico, Santiago Iglesias pintó una imagen de trabajadores serviles, ingenuos y desconocedores de las figuras de renombre del socialismo como Proudhon, del comunismo como Marx y del anarquismo como Bakunin. Además, según él en Luchas emancipadoras, en Puerto Rico ignoraban la existencia de la Asociación Internacional de los Trabajadores y sus diversos congresos, así como la experiencia tradeunionista (de “trade unions”, sindicatos de oficios) y las luchas sindicales en Europa. Puede que él estuviera mejor informado sobre aspectos de todo ello y de la lucha obrera en España, en particular, con noticias más frescas. A lo mejor algunos obreros no estaban tan informados como él. Pero Santiago Iglesias no encontró al movimiento obrero puertorriqueño en pañales proletarios.


En artículos previos sobre Louise Michel (“Louise Michel: maestra revolucionaria universal”, Claridad, 9 marzo 2021) y “La Comuna de París 1871: noticias en Puerto Rico”, Claridad, 16 marzo 2021) documentamos como en Puerto Rico hacía tiempo se sabía de la combatiente comunera y sobre el primer gobierno obrero de la historia. Vamos a aportar más condimento histórico. Sobre Pierre-Joseph Proudhon se estaba publicando en Puerto Rico desde 1848. En el periódico oficial del gobierno, Gaceta de Puerto Rico, se dio la noticia de que la Asamblea Nacional francesa, el 29 de julio estaba tratando la propuesta de Proudhon “de abolición de la propiedad”. (GPR, Vol. 17, Núm. 106, 12 septiembre 1848, p. 1). El periódico autonomista La Democracia comentó las ideas retrógradas de Proudhon sobre el género para quien “la mujer es intelectual y moralmente inferior al hombre”. (Año V, Núm. 1043, 13 abril 1895, p. 2). En un debate con El País, otro periódico autonomista, el Boletín Mercantil de Puerto Rico, órgano del colonialista Partido Incondicional Español y de la clase hacendada y comercial, hicieron referencia negativa a Proudhon “que llamó a la propiedad un robo”. (BMPR, Año 58, Núm. 100, 23 agosto 1896, p. 2).


El nombre de Karl Marx y las actividades de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1878) también eran conocidos desde hacía tiempo. El Boletín Mercantil lo identificó entre “los apóstoles del socialismo” en 1871. (BMPR, Año XXXL,

Núm. 100, 25 agosto 1871, p. 2). Unos meses después de su muerte en 1883, se dio a conocer el fallecimiento de Karl Marx, “fundador de la Internacional”. (BMPR, Año 46, Núm. 14, 1ro febrero 1884, p. 2). Antes de que Iglesias pusiera pie en la isla, en el artículo “El Pauperismo en Estados Unidos”, se dio la referencia a la obra de Edward Aveling y Eleanor Marx, “hija de Karl Marx”, The Working Class Movement in America, publicada en 1891. (BMPR, Año 57, Núm. 9, 20 enero 1895, p. 2).


En diversos periódicos de Puerto Rico del último tercio el siglo 19 hay numerosos artículos con referencia al anarquismo y a anarquistas específicos. A Bakunin usualmente lo identifican como Bakunine. Ángel G. Quintero Rivera, científico social, nos recuerda que la obra de Bakunin, Federalismo y socialismo, tiene una edición en Puerto Rico, en la Imprenta Unión Obrera, de Mayagüez en 1890. (“La proletarización del artesanado en Puerto Rico. Cultura obrera y organización sindical” (Historias, Núm. 23, 1980, pp. 119-140). Igualmente podemos encontrar artículos sobre la Internacional, huelgas y organizaciones obreras en Francia, España y otros países, en diversos años.


La lucha por la jornada de 8 horas no era desconocida para los obreros en Puerto Rico. En 1890, por ejemplo, Emmanuel Contamine de Latour (1858-1925), un español traductor y profesor de escuela en París, publicó una crónica de las celebraciones del 1ro de Mayo en Europa y Estados Unidos, “en favor de la reducción del trabajo a ocho horas”. (BMPR, Año 52, Núm. 64, 30 mayo 1890, p. 3).


Prensa obrera: sorpresas


Por otro lado, desde la década de 1870 se conocía la prensa obrera en Puerto Rico. Jorell A. Meléndez Badillo, historiador especialista en el tema obrero, identifica varios periódicos, incluyendo: El Artesano (1874), El Heraldo del Trabajo (1877), El Obrero (1889), El Eco Proletario (1892), y Justicia (1894), entre otros. (Voces Libertarias. Orígenes del anarquismo en Puerto Rico; Santurce: Colectivo Autónomo C.C.C., 2013, p. 71).


Si bien los periódicos obreros pioneros se inscriben en el contexto de la frontera del precapitalismo, de la abolición de la esclavitud y del régimen de la libreta coercitiva de los jornaleros en 1873, y del nacimiento de las formas presindicales obreras, debemos evitar minimizar o subestimar las capacidades políticas que tuvieron algunos obreros y las actividades que desplegaron grupos particulares incluso demostrando tener entonces una sorprendente conciencia de clase proletaria. Por ejemplo, el Boletín Mercantil de Puerto Rico, órgano de la clase dominante (propietarios de haciendas agrocomerciales y comerciantes-financieros), dio la noticia de la publicación del periódico artesano en enero de 1874. En términos despectivos, escribieron: “Con el título El Artesano, acaba de nacer otro periodiquillo en Ponce, cuyas tendencias pueden adivinarse por las siguientes líneas que textualmente copiamos”. De la burla pasaron a la alarma, veamos por qué. El grupo de El Artesano, del que desafortunadamente no se conocen sus integrantes, dieron muestra de estar a la altura del proletariado más instruido y militante de Francia, Alemania, o Inglaterra de su época. En palabras contundentes, declararon: “El día que traten de esclavizarnos, de arrebatarnos la más pequeña de las reformas que tanta constancia y trabajo nos han costado, ese día unámonos, corramos unos a otros, y alcémonos como un solo hombre, siempre en el terreno de la legalidad, en contra de nuestros opresores, y probémosles que también sabemos despreciar vidas, haciendas y familias por conservar incólume la dignidad de la tierra que nos vio nacer”. Esto sucedió precisamente en el contexto de gobiernos de la Primera República española (11 febrero 1873 a 4 enero 1874) y en que se promovía la reestructuración federativa de las provincias de España.


El “terreno de la legalidad” a que se refería El Artesano era el de la Republica federal, advirtiendo pues una resistencia en caso de una regresión reaccionaria y conservadora. En el Boletín Mercantil hicieron una lectura clara de la amenaza. Exigieron a El Progreso “y los demás principales órganos reformistas” que se expresaran sobre los rumores “de un próximo Lares”, con referencia al Grito de Lares del 23 de septiembre de 1868 en que la revolución puertorriqueña había proclamado la independencia del país. Los reaccionarios sostenedores de la dominación colonial terminaron diciendo que, “si bajo pretextos políticos osase alzar aquí la insurrección su repugnante cabeza, entonces seremos inexorables en aplastarla inmediatamente, ofreciendo al gobierno nacional, sea el que fuere, nuestras vidas y haciendas para defender el orden y la integridad de la patria”. (BMPR, Año 34, Núm. 4, 9 enero 1874, p. 3). Pronto respiraron los reaccionarios, pues esa misma semana cayó la Republica mediante un golpe de estado, se produjo la restauración monárquica con Alfonzo XII Borbón, y a Puerto Rico enviaron a gobernar un segundo turno al déspota general José Laureano Sanz, represor de los insurrectos independentistas a lo largo de 1869 y parte del 1870.


También es pertinente observar la conducta de artesanos en otros momentos, vinculados a la fundación de El Eco Proletario. Parece que de ese periódico solo se han preservado en el Archivo General de Puerto Rico (AGPR) dos números, del 14 de febrero y del 6 de marzo de 1892. Del 14 de febrero, en el año 1 número 2, Rubén Dávila cita una de las manifestaciones de uno de sus redactores: “Para ser obreros libres dije en el segundo artículo, que era necesario tener conciencia de sí mismos, saber evaluar nuestras dotes de inteligencia y de saber”. En otra cita del mismo número achacaban los sufrimientos de los trabajadores, especialmente los desempleados, “a la dejadez y a la apatía, signos característicos del obrero”.


Sin embargo, aprovechando el portal de internet Chronicling America Newspapers (que no existía cuando los compañeros Quintero, García y Dávila investigaron en la década del 1970 o del 1980) - que contiene cuatro periódicos digitalizados de Puerto Rico (Gaceta, Boletín Mercantil, Correspondencia y Democracia) -, se nos facilitó llegar indirectamente a algo del contenido del número 1 de El Eco Proletario, que parece ser del mes de enero. En la Democracia se anunció que “bajo la dirección de varios tipógrafos”, dio inicio “un periódico que ha de consagrarse a la defensa de los artesanos y braceros” (La Democracia, Año II, Núm. 245, 26 enero 1892, p. 2). Con todo y título, veamos de qué se hicieron eco.


Hay un detalle que fue celebrado por los conservadores del Boletín Mercantil. A ellos también les llegó el periódico y reprodujeron una cita extensa en que estos artesanos condenaron en palabras furiosas las acciones de “los anarquistas” en Jérez, pueblo en Andalucía (España). Debido a los salarios de hambre y abusos de los hacendados propietarios de viñedos y otros cultivos, a los gritos de ¡Viva la anarquía! y ¡Abajo la burguesía! el 8 y 9 de enero de 1892 centenares de jornaleros tomaron por asalto el pueblo durante dos días. La mayoría eran de filiación anarquista (es decir, opuestos la autoridad del estado, a favor de la autogestión democrática de los trabajadores). Tras ser reprimidos por la guarnición militar, cuatro insurrectos fueron ejecutados empleando el garrote vil (instrumento para romper el cuello) y decenas recibieron diversas penas de cárcel (Juan Avilés Farre, La daga y la dinamita. Los anarquistas y el nacimiento del terrorismo. Barcelona: Tusquets, 2013). Por los prejuicios del autor, hubiese preferido otra fuente, pero es la más informativa. El Boletín Mercantil aplaudió que El Eco Proletario, que en este caso más bien se hizo “El Eco Burgués”, comenzara “protestando enérgicamente contra los excesos de los anarquistas de Jeréz”. Y les recomendó que siguieran portándose bien: “¡No olvides, clase obrera, que el porvenir estriba en el trabajo honrado, que ofrece recompensas y abre camino para grandes alturas!”. (BMPR, Año 54, Núm. 22, 19 febrero 1892, p. 2). Da ganas de reir, ¿no?


Esto también está en el trasfondo presindical de 1874 al 1897. Esperemos que nuevas investigaciones y fuentes que aparezcan inesperadamente, en el AGPR, archivos municipales o particulares familiares brinden más luces sobre estos temas.


Santiago Iglesias trajo sus conocimientos, experiencia sindical e

Ímpetu organizativo. Bajó las escaleras del barco con un discurso en el bolsillo en combo marxista y anarquista. No le duraría mucho. Tampoco fue la chispa que encendió la pradera obrera en Puerto Rico. El movimiento obrero más consciente y algo organizado era minoritario - la mayoría de los trabajadores eran analfabetas y estaban limitados por el aislamiento rural - pero ya estaba prendido en San Juan, Ponce y otros pueblos, y en busca de un cauce común. En eso, indudablemente, él ayudó.


Reunión clave de Ensayo Obrero


Santiago Iglesias, en su “ego trip”, dijo que su compañero de taller el carpintero “Eusebio Félix Santiago, fue el primero que gané para la causa del trabajo”. Se refirió a Félix en términos condescendientes, es decir, como alguien inteligente pero inferior a uno: “Hombre bastante instruido y de un carácter sobrio como a propósito”. ¿A qué propósito se refería? Según su narrativa, le pidió a Félix que le reuniera un grupo de “trabajadores independientes de carácter que quisiera emprender con nosotros una campaña franca en pro de los principios de justicia y de federación por la redención del trabajo”. En otras palabras, que le juntara un grupo para ponerse al frente de ellos.


“Un día, después de algún tiempo de espera y de continuadas gestiones y de tentativas insistentes por hacerme de un grupo de obreros afines”, Iglesias escribió en Luchas emancipadoras, Eusebio Félix le llevó la invitación a “una reunión de artesanos que trataban de fundar un periódico literario de la clase”. Félix le señaló “la buena calidad de los artesanos” con quienes se reuniría. Desmenucemos la narrativa. De un lado, la intención y narrativa dirigente de Iglesias. De otro lado, y no lo pudo ocultar, esos artesanos con conciencia de clase ya llevaban tiempo en reuniones y pláticas y planeando fundar un periódico antes de aparecer el pretendido mesías en su medio.


Sobre cuándo sucedió la reunión hay dos versiones. Según Santiago Iglesias fue “en el mes de febrero de 1897”. Igualdad Iglesias apunta que fue “el día 28 de diciembre de 1896”. Esto último sería apenas dos semanas después de llegar a Puerto Rico, por lo que parece más probable, por el tiempo que llevó situarse, buscar trabajo y cambios de taller, así como de contactos preliminares en el medio obrero, que fue en febrero. Se reunieron en la vivienda de Fernando Gómez Acosta.


Iglesias observó la realidad de la desigualdad social para los trabajadores en el ámbito de las viviendas. Muchos edificios de la capital en la Isleta de San Juan son de dos y hasta cuatro plantas o pisos de alto. “En los altos de las casas, tenían su residencia elementos de «primera clase» y los inquilinos ocupaban el zaguán, obligados a soportar todas las prescripciones y reglas que imponían los señores del piso principal”. Zaguán significa el espacio contiguo a la puerta de entrada de un edificio o en la parte trasera. En la calle San José número 5, Gómez Acosta alquilaba una “habitación o nicho en el fondo de un zaguán-patio mal oliente, de condiciones nada agradables, como regularmente solían ser las habitaciones destinadas a los trabajadores”. Las condiciones sanitarias “eran detestables”. Añade que, “los pobres obreros, que en número considerable eran explotados inicuamente por arrendadores o subarrendadores de tan inmundas viviendas carecían de medios de defensa”. En esas circunstancias se llevó a cabo aquella reunión de introducción de Iglesias.


Aparte de observar que su presencia despertó “cierto recelo” entre el grupo artesanal (Gómez Acosta, Ferrer, Quiñones, Rivera, Romero Rosa), en Luchas emancipadoras Iglesias no apuntó el intercambio de ideas en la reunión de febrero de 1897. Lo que ciertamente sucedió fue que acordaron darle curso al proyectado periódico para publicar su primer número el 1ro de mayo de 1897. Falsamente, Iglesias da la impresión de que fue él quien dio impulso al periódico: “La publicación del periódico Ensayo Obrero fue una demostración patente de que mis esfuerzos iban ganando sentimientos obreros, aunque no profundamente”, entonces. Nadie estaba a su altura iluminada: “pues los ideales de la organización obrera y socialista no podían ser acogidas y arraigarse con claridad absoluta de una conciencia ilustrada, dado el poco tiempo de elaboración educacional en que se había realizado”.


Para validar su autorretrato de líder máximo Iglesias se valió de un comentario laudatorio sobre él hecho por Romero Rosa cuatro años después, citando un párrafo de un texto sin identificar. Romero Rosa, inadvertidamente, escribió: “Cuando en Puerto Rico era penuria en torno de la masa obrera; cuando todas nuestras asociaciones concretábanse única y exclusivamente a los casinos de bailes y bullangas, cofradías de hermandades de SANTOS y simples sociedades de socorros, surgió Santiago Iglesias de entre la penumbra en que estábamos envueltos, e inicia sus enseñanzas bienhechoras al mismo tiempo en que el carpintero Fernando Gómez Acosta, el tipógrafo José Ferrer y Ferrer, y el que estas notas escribe, proyectamos la publicación de un semanario, que empezó a editarse bajo el epífgrafe de Ensayo Obrero en cuya revista desplegó los conocimientos de sus reivindicadoras doctrinas con un par de artículos intitulados «Puerto Rico», en los cuales trazaba con certera pluma la vida calamitosa y mezquina de nuestra población y de nuestra explotada y sufrida clase”.

Para el 1901, cuando Romero Rosa escribió lo anterior, Puerto Rico estaba en otro contexto histórico completamente distinto y en que Iglesias destacó más su liderato y dio giros políticos hacia la “americanización” del movimiento obrero. Hemos tratado esto en otros dos artículos previos (“La clase obrera en la encrucijada de 1898 (primera parte)”, Claridad, cuaderno En Rojo, 25 de abril al 1 de mayo 2019, pp. 16-17, y “Federación Libre…”, 2019, citado antes).


Siguiendo la secuencia de eventos en 1897, a Santiago Iglesias se le abrió un espacio en este medio artesanal y en el periódico, pero entonces no se le puso en el puesto de comando. Algo que se expone en la portada del periódico contradice las palabras anteriores del propio Romero Rosa, como veremos en breve.


Periódico del 1° de Mayo


La clase obrera puertorriqueña tiene razones para sentir orgullo y regocijo por el hecho de que el periódico defensor y combativo que abrió un nuevo y trascendental capítulo de la historia del movimiento obrero del país publicó su primer número en la fecha memorable del 1° de mayo de 1897.


En 1897 no hubo condiciones históricas – con Puerto Rico sometido al despotismo militar español - para poder llevar a cabo una manifestación libre y masiva de los trabajadores el 1° de mayo. De ahí que, el recuerdo del magno evento se vio reducido a un breve apartado en el nuevo periódico. En su primer número el equipo periodístico lo compusieron José Ferrer y Ferrer como Director, y Ramón Romero Rosa y Fernando Gómez Acosta como Redactores. Ensayo Obrero lleva por subtítulo, Órgano de la clase obrera, de literatura, noticias y anuncios. Su publicación se anunció para el día 1°, 10 y 20 de cada mes; tres números mensuales. Se imprimía en la Tipografía Sucesores de J. J. Acosta en la calle Fortaleza # 21, en San Juan. Pagaba su publicación una combinación de suscripciones y anuncios. En el segundo número del 10 de mayo, se aclaró el pedido de cobro por adelantado de las suscripciones; “pues deben tener entendido nuestros compañeros que la empresa no se alimenta más que del mezquino jornal que como obreros ganan los que la fundaron”.


En la apertura se consigna un “cordial saludo” protocolar “a nuestras Autoridades Civiles y Militares”, así como a los periodistas de la prensa existente en San Juan y el resto del país y su misión de ser “órganos de la humilde, pero honrada clase obrera”. Pensemos un momento en esta expresión. ¿Por qué hacerla y a qué responde? Por un lado, Rubén Dávila Santiago, sociólogo, señala que para los artesanos, tradicionalmente y en contextos precapitalistas, la honra era una afirmación y manifestación de su identidad y valor de sus oficios particulares. A finales del siglo 19, sin embargo, los artesanos estaban experimentando una metamorfosis de proletarización, es decir, siendo tratados como un segmento de los trabajadores asalariados. Al tener un grado de educación superior al de la generalidad de los trabajadores (que eran analfabetas), los artesanos estaban en mejor situación para tomar conciencia de lo que les estaba sucediendo y, por lo tanto, redefinirse como obreros. (“Algunas consideraciones sobre las primeras organizaciones obreras y la conciencia de clase”, Revista de Ciencias Sociales (UPR), Vol. 22, Núm. 3-4, sept.-dic. 1980, pp. 301-327). Por otro lado, otra lectura con la que creo también hay una explicación - y consecuencia de lo anterior- es que destacar lo “honrado” era su manera de responder al prejuicio con que la clase dominante tachaba a la clase trabajadora. Humildes, pues, aunque mayoría los trabajadores, y más aún las trabajadoras, se contaban entre los receptores de míseros salarios y los pobres en general. Honrados, para poner la frente en alto contra los privilegiados de arriba (la “gente bien”) que miraban con desprecio y hacían generalizaciones respecto a los de abajo, tachándolos de chusma y ladrones. ¿Nos equivocamos? ¿Se han acabado esos prejuicios clasistas? En nueva síntesis: “honrada clase obrera”.



Bailes y bullangas


Ajustados al contexto del condicionado espacio abierto por el despotismo colonial-militar vigente no plantearon un objetivo de derrocar ni el colonialismo ni el capitalismo. De haber sido esa una intensión expresada libremente, no solo les hubiesen impedido publicar el periódico, los podrían declarar subversivos y formularles cargos criminales. No obstante, presentaron el periódico claramente como vehículo de la clase obrera en su conjunto: “sin ambajes ni rodeos, venimos a ofrecer a nuestros compañeros un vocero suyo, muy suyo, que lejos de las agitadas luchas políticas, aspira a difundir en amigable consorcio el bienestar de nuestra sufrida clase”.

Romero Rosa y los demás no estaban ajenos a la lucha obrera previa e incluso al historial de prensa trabajadora precedente. Rubén Dávila (en el artículo citado) sugiere que la manera casi despectiva (diría yo) con que Romero Rosa se refirió a las asociaciones obreras pioneras, por ejemplo, como “casinos de bailes y bullangas”, etc., retrata una etapa anterior que había que superar con miras políticas y de clase más avanzadas. Mas, como igualmente observa Dávila todas esas agrupaciones fueron coherentes con la especificidad histórica en que surgieron y cumplieron tareas de desarrollo en la formación y educación - y solidaridad - de la clase obrera. Con las huelgas y militancia obrera, incluso en el escenario azucarero rural, de 1895 no tan distante, pienso que es posible que Romero Rosa tenía en mente la situación específica en que se encontraba el movimiento obrero en 1897, que coincide con el momento en que Iglesias se insertó en el mismo con su discurso renovador; que realmente coincidió con las aspiraciones del grupo de Ensayo Obrero.


Como cuestión de hecho, esta vanguardia artesanal del 1897 se concibió como generación de relevo y expresó su reconocimiento a los esfuerzos de la prensa obrera de años anteriores. En la página de portada, en un apartado titulado Debilidades pusieron de manifiesto su conciencia de que el proceso de proletarización de los artesanos (el paso de oficios distinguidos gremiales a obreros asalariados en general indistintamente) se había intensificado en la década de 1890. Puntualizaron que hacía tiempo otro grupo de obreros promovió un periódico en la ciudad de Ponce, El Obrero, dirigido por Ramón Morel Campos, publicado em 1889: “significando en su título lo que somos: obreros”.


Los redactores de Ensayo Obrero atribuyeron al poco apoyo recibido, incluso a la “apatía a nuestro adelanto…la muerte de una publicación incansable en la lucha por el porvenir del obrero”. En octubre de 1893, la redacción de La Demoracia en Ponce señaló haber recibido un ejemplar de La Revista Obrera, “intérprete de las aspiraciones de la clase que representa”. Identificaron como su redactor a Ramón Morel Campos y como Administrador a José Ramos Brans. Le dieron la bienvenida cordial anticipando el respaldo que le darían “los laboriosos artesanos, dada la competencia de dichos señores”. (La Democracia, Año IV, 3 octubre 1893, p. 3). El historiador Otto Sievens Irizarry indica que Morel Campos y Ramos Brans cofundaron La Revista Obrera en 1893 y se publicó hasta algún momento de 1895. En el último año, Sievens señala que había en Ponce 604 artesanos, la mayoría albañiles (105), carpinteros y asociados (96), toneleros (54) herreros (35), tipógrafos (28), entre ellos. (“El Taller Benéfico de artesanos de Ponce”, Ceiba, Año 10. Núm. 15, 1986, pp. 219-232).


El dramaturgo Roberto Ramos Perea ha documentado que José Ramos Brans (1864-1901) nació en Mayagüez, identificado como “pardo” libre, y de oficio tipógrafo. Se distinguió, además, como escritor con el drama El Tirano de su Anhelo (1888) y la novela Vida amarga (1897). (Ramos Perera, Literatura puertorriqueña negra del siglo XIX. Escrita por negros; 2da ed., San Juan: Publicaciones Gaviota, 2011, pp. 75-82). La Correspondencia de Puerto Rico no dio la noticia de su muerte hasta marzo de 1902, y subrayó lo meritorio de sus trabajos “en medio de los férreos círculos en que se desarrollaba antes en este país la clase obrera”. (Año XII, Núm. 4090, 16 marzo 1902, p.2). Ramón Morel Campos (1866-1933), era tipógrafo socialista, hermano del compositor Juan Morel Campos. Se destacó en su ciudad de Ponce como gran promotor cultural, por ejemplo en el Teatro Derkes (La Correspondencia de Puerto Rico. Año I, Núm. 183, 20 junio 1891, p. 2). Y preparó un volumen cubriendo desde la literatura hasta las artesanías para la Exposición de Puerto Rico de 1893 (LCPR, Año III, Núm. 963, 9 agosto 1893, p. 3). Gervasio L. García Rodríguez señala que Morel Campos, en 1894 dio conferencias en varios pueblos del país promoviendo la organización de asociaciones artesanales y cooperativas. Sus esfuerzos tuvieron resultados positivos al fundarse en 1895, por ejemplo, la Liga del Trabajo (zapateros) y la Sociedad Cooperativa del Gremio de Carpinteros. (“Las primeras actividades de los Honrados Hijos del Trabajo: 1873-1898”, Op. Cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas (UPR- Río Piedras), Núm. 5, 1990, pp. 179-247).


En Ensayo Obrero distinguieron a Morel Campos y la noción que tenían de estos antecedentes se expresó de la manera siguiente: “A raíz de la desaparición de aquel abnegado vocero, nació El Eco del Sur, el que persiguió el mismo fin, e iguales aspiraciones a El Obrero, bajo la dirección de nuestro amigo y compañero Ramón Morell Campos”. Este también había sido el director de El Eco del Sur, que “tropezó con un camino lleno de espinas y abrojos”, y mala voluntad.


¿Dormida la clase obrera?


A excepción del componente artesano, al finalizar la dominación española en 1898 las masas de trabajadores asalariados carecían de instrucción escolar básica y, a no ser por escuchar a los artesanos y a algunos otros que sabían leer y escribir la mayoría no tenía formación política. Pero, a todos los trabajadores y las trabajadoras los despertaba todos los días la necesidad de trabajar, el agobio de las jornadas laborales de hasta 12 horas o más, el sufrimiento y carencias de sus hijas e hijos, su pobre salud, y las condiciones de miseria existencial a que eran sometidos cotidianamente. Y si no eran blancos también sentían en carne propia el discrimen racista. Por ejemplo, con motivo de la visita del general Sanz a Mayagüez el 26 de mayo de 1874, lo “escogido de la sociedad” celebró un baile en su homenaje en El Centro Ultramarino.


En el casino de artesanos llamado Bella Unión Mayagüezana, “también tenía lugar la misma noche un animado baile de personas de color”. El presidente del casino de apellido la Rosa, “honrado e ilustre artesano de aquella localidad” y sus asociados hicieron lo indecible por congraciarse con el general. (BMPR, 3 junio 1874, p. 2). Otro de los grandes mitos sobre la sociedad puertorriqueña, de fabricación reformista colonial, es el de que supuestamente en Puerto Rico apenas ha habido racismo y que la clase hacendada trataba sus esclavos con la mayor benevolencia en comparación con cualquier otro país. De ese mito nos hemos ocupado en otro artículo. (“Los colores de mi gente”, Claridad, cuaderno En Rojo, 10 noviembre 2020).


Sin embargo, hacia el 1897 los obreros artesanos estaban activos en San Juan, Ponce, Mayagüez y otros pueblos (que lo que esperan es por investigación), con niveles desiguales de formación y conciencia de clase. En marzo de 1898, antes de la invasión de Estados Unidos y del cambio radical de contexto histórico, otra vanguardia obrera artesanal dio a conocer su Proyecto de bases para la colectividad «Unión Obrera de Mayagüez y su circunscripción». Este sindicato estaba integrado por José Ramón Gómez, José Madera, Isaac Irizarri Sasport, Tomás Dulievre, Jesús Coma, Abraham Peña, Baldomero Rivera, Carmelo Lange, Fernando T. Rodríguez, Julio Aybar, Rafael Torres, Francisco Solano Aquerón, Juan F. Cofresí y el ya mencionado José Ramos Brans. Tomás Dulievre estaba asociado al Círculo de Amigos de Mayagüez desde 1880 y en 1891 fue su presidente honorario. Isaac Irizarri Sasport, artesano de Ponce, era segundo vocal de la Sociedad de Tipógrafos de Mayagüez en 1895 (La Democracia, Año V, Núm. 1040, 9 abril 1895, p. 3). No sabemos cuánta formación política tenían, pero estos artesanos proletarizados no habían nacido ayer. Y no estaban en el preescolar obrero que pintaba Santiago Iglesias.


En lo que sí estaban de acuerdo en el núcleo de liderato obrero de San Juan, Iglesias incluido, era en la necesidad de identificar la raíz de la explotación económica en el capitalismo y en organizar una estructura sindical los más amplia e integradora posible de los trabajadores asalariados. La contienda entre el capital y el trabajo asalariado que anunció el Gremio de Sastres de San Juan, en las huelgas de 1895, escaló a un nivel cualitativo mayor en 1897. Estos objetivos se manifestaron en los términos de intereses de clases que emplearon directamente. Como observó Rubén Dávila: “La fundación del semanario Ensayo Obrero el 1 de Mayo de 1897 representa un paso muy importante que supera claramente los límites de la «época» de los casinos de artesanos y las sociedades mutualistas. Este va más allá de las publicaciones como El Artesano (1874), El Heraldo del Trabajo (1877), El Eco Proletario (1892), El Obrero (1887) y La Revista Obrera (1893). Es en alguna medida una proclama de “guerra al capital” (Ensayo Obrero, 30/9/1897)”.


Ensayo Obrero proclamó aquel 1ro de mayo de 1897 “que será piquete demoledor de la odiosa tiranía, una valla insuperable al engreído endiosado, quien le parece ver en el elemento obrero a una masa inerte, del burgués, y a merced de sus caprichos y dictámenes”. Querían estremecer a la clase trabajadora y motivarlos a reflexionar: “¿Y ese es el porvenir del obrero? ¿Es que debemos esperar del cielo nos baje la proclamación de nuestros DEBERES Y DERECHOS? ¿No estamos convencidos hasta la saciedad que el burgués aún olvida los derechos, respetos y consideraciones que merece el obrero, como factor principalísimo de las esferas social y político?”. Y en el presente de Puerto Rico, ¿esas preguntas no tienen resonancia? ¿Está dormida la clase obrera? O, es que hay que volver a desmenuzar la complejidad socioeconómica y política, identificar con precisión la composición y ubicación de todo el abanico asalariado, insistir una vez más en la solidaridad de los trabajadores y trabajadoras, atender de lleno las disparidades de clase y género, combatir todo tipo de opresión social y atropello a las libertades, y que la clase mayoritaria de la población se provea de su propio instrumento político y elija a sus representantes con un proyecto de país que no puede ser otro que el de dar máxima prioridad a lo social y público. ¿No estamos convencidos hasta la saciedad de la demagogia de los partidos tradicionales del bipartidismo de la colonia cada vez que proclaman que sus gobiernos son para “el pueblo”, “los trabajadores”, o “la gente”?


Santiago Iglesias no fundó Ensayo Obrero, se unió a él. Hace bastante tiempo, en un artículo olvidado de la historiografía obrera, el economista Antonio J. González todavía arrastraba la cantaleta de que “Santiago Iglesias fue el padre indiscutible del movimiento obrero organizado en Puerto Rico”. Pero, contradictoriamente, señaló a renglón seguido: “debemos aclarar que a su llegada ya había en San Juan personas que si bien no podemos clasificar como líderes del obrerismo, eran conocedores de la doctrina del movimiento, agitadores de la causa obrera, listos a entrar en acción tan pronto como la situación lo permitiera”. (“Apuntes para la historia del movimiento sindical de Puerto Rico: 1896-1941”, Revista de Ciencias Sociales (UPR), Núm. 3, 1957, pp. 49-468). Fue junto “esas personas con algún conocimiento teórico en los principios del movimiento obrero” que Iglesias comenzó a hacer sus aportaciones obreristas.


En la antología Lucha obrera en Puerto Rico, el sociólogo Ángel G. Quintero Rivera formuló una crítica general a la historiografía tradicional anterior a 1970. “La historia que se nos ha dado como nuestra no es nuestra historia, sino la mitología de una clase social”. Es la historia centrada en los próceres reformistas como Román Baldorioty de Castro, Luis Muñoz Rivera, José de Diego o mismo los revolucionarios como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, Eugenio María de Hostos; la historia con cariz oficial que olvidó o ignoró a las figuras del mundo de los trabajadores y especialmente el protagonismo de la gente. Es la misma historia que ha pretendido presentar la historia del movimiento obrero como la de Santiago Iglesias. Como observa Quintero Rivera, ciertamente se trata de figuras sobresalientes, pero ninguna por sí es el motor de la historia (San Juan: CEREP, 1971). La sociedad prende y camina desde su composición de clases, con sus intereses particulares, y las luchas entre ellas.

Asuntos del 1° de mayo


Los temas tratados en el primer número de Ensayo Obrero, incluyen, en la sección Crónica de la Decena, la exigencia a los contratistas a tomar precauciones en las obras de construcción. En la obra en la calle Luna # 60, al desplomarse “el guarda polvo” resultaron heridos el carpintero Manuel García y su aprendiz. Denunciaron la insuficiencia del socorro de beneficencia y de la atención médica recibida.


En una sección de noticias de España, dieron a conocer diversos incidentes de malestar, resistencia de jornaleros y manifestaciones en Sevilla, Málaga, Antequera y otras ciudades o pueblos: en Roda, “un motín a consecuencia de la miseria que reina allí”; en Aloza, “más de mil trabajadores se han lanzado a la calle en demanda de las autoridades”, etc. etc.


Escrito por Romero Rosa, se conmemoró la efeméride del 2 de mayo, el de 1808 de la resistencia de España contra la invasión de Francia imperialista bajo Napoleón Bonaparte; y el de 1797, de la victoria de Puerto Rico contra la invasión inglesa: “porque, aunque siempre humildes y sufridos, jamás doblegan la cerviz a los tiranos”.

En el apartado El 1° de Mayo, se apunta: “Fecha que los trabajadores de todo el mundo conmemoran, porque ella nos señala un rumbo, un medio práctico por el cual los proletarios han de llegar a emanciparse un día y otro de la denigrante esclavitud en que los tienen sumidos los poderosos burgueses de la tierra”. En manifestación de solidaridad internacional, expresaron: “Una reforma universal de los obreros, será la transformación más importante que han de dar a la explotación”:


En la sección ίCongratulémonos!, Fernando Gómez Acosta comentó con ironía crítica la burla con que en el artículo “El Obrero” en el periódico El País por un autor con pseudónimo de Vaseur propuso que fundaran una sociedad filantrópica para ”socorrer a las víctimas de los accidentes del trabajo”; y el paternalismo de Manuel Fernández Juncos en El Buscapié, con que ofrecía instruir y moralizar a la clase obrera. con sus “Bases para la Educación Popular”. Muy agradecidos por velar por “nuestro bienestar”…


Ensayo Obrero destacó, igualmente, la creatividad cultural que emana de la clase trabajadora. Casi dos páginas son dedicadas al largo poema titulado ίAnálisis!, de Abelardo A. Prieto. En el mismo hace una reflexión ingeniosa acerca de diversas instancias o situaciones de la vida: mundo, sociedad, patria, guerra, madre, amistad, amor, y muchas más. Por ejemplo: ίLa violencia es el imperio, Do campea el despotismo!”; “La avaricia, torpe vicio; la mentira, pobre antojo. ίEngaño! Sucio despojo”. Y así por delante, un manjar literario. Busqué en la biblia, Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo (1983), de Josefina Rivera de Álvarez, y en otras fuentes, pero no he dado con datos biográficos del poeta, al que homenajeamos desde acá.

El número inaugural cierra con la primera parte del artículo “Puerto Rico”, por Santiago Iglesias. En el mismo expuso el cuadro deplorable y denunció la explotación atroz con que la burguesía tenía sometida a la clase trabajadora. Dedicó una parte a la sobreexplotación de las mujeres. Llamó la atención, a su vez, a la falta de una organización de defensa de toda la clase trabajadora. Por tratarse de un artículo extenso en dos partes (la segunda publicada en el siguiente número del periódico), y con muchos detalles, dejamos para otra ocasión el análisis más a fondo del primer texto de Iglesias sobre la cuestión obrera en Puerto Rico.

Con este Ensayo Obrero arrancó la conmemoración y la nueva lucha de la clase obrera puertorriqueña el 1ro de Mayo de 1897. Los pasos siguientes hasta julio de 1898 comenzaron a rendir buenos frutos políticos proletarios; pero el camino hasta el siguiente mayo de 1898 también fue de persecuciones, multas, encarcelamiento del director del periódico y nuevos contratiempos imprevistos.


Al mismo tiempo, se había dado la rebelión y represión del levantamiento por la independencia en Yauco y Sabana Grande en marzo de 1897, el asesinato del primer ministro Cánovas y cambio de gobierno en España en agosto, la concesión de la autonomía en noviembre, la formación del gabinete autonómico provisional en enero de 1898, la explosión del barco de guerra Maine de Estados Unidos en la bahía de La Habana en febrero, las elecciones del gobierno autonómico y la represión de los obreros por el ministro Luis Muñoz Rivera del partido triunfante en marzo, la declaración de guerra de Estados Unidos a España en abril, el bombardeo de San Juan por la flota del almirante Sampson de Estados Unidos en mayo, las gestiones de la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano en Washington en junio, hasta la invasión y ocupación de Puerto Rico por Estados Unidos el 25 de julio de 1898.


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Los interesados en leer algunos de los textos citados, que tenemos digitalizados, pueden solicitarlos a fmoscoso48@gmail.com. Con mucho gusto se los enviaremos.

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