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Desde Tokio: ¡al combate, corred!

Campeón olímpico y mundial Julio César la Cruz

TOKIO.-Las primeras luces de la mañana sabatina en La Habana alumbraron la noche del mismo día en esta ciudad, en los pechos emocionados e hinchados de las mujeres y los hombres de la delegación cubana a los Juegos Olímpicos. En ellos también estaba el mambí, con su pie en el estribo, y en la voz del Primer Secretario del Partido, hablaban ellos.

Cuando veíamos en el malecón habanero al General de Ejército Raúl Castro y escuchábamos a Díaz-Canel decir que la Revolución era la misma que hicieron Fidel y Raúl, y que ella seguía siendo la de los humildes, por los humildes y para los humildes, y que jamás dejaría de estar al lado del pueblo, con el pueblo y para el pueblo, nos venían a la mente las recientes palabras del capitán del equipo de boxeo de esta comitiva, el campeón olímpico y mundial Julio César la Cruz.


«Hay muchos jóvenes en cada uno de sus deportes que van a salir aquí a defender a Cuba, aquí no se viene a pasear, se viene con un compromiso. Cuando estás en una delegación, no eres tú, somos un país entero luchando por su bandera. A mí me motiva ver ese ambiente en los deportistas que integramos este grupo, veo el compromiso en los gestos, en la manera en que cada uno se enfoca en su objetivo. No es una consigna lo que nos anima, es una convicción de victoria, y cuando tienes eso sales a darlo todo, puede llegar o no el triunfo, pero jamás sentirás que un cubano de verdad no salió a batirse», nos dijo al llegar a esta ciudad, a propósito de su opinión sobre quienes, aupados, pagados y dirigidos por una potencia extranjera intentan socavar la tranquilidad y la paz de su pueblo.

«Yo le agradezco todo lo que soy a la Revolución, soy un negrito luchador que sin ella no se qué hubiera sido de mí y de mi familia; yo siento que todos los días le debo una medalla de oro a la Revolución, así que está de Tokio es otra deuda que voy a saldar. Llevamos más de 60 años dando guerra, en todo ese tiempo, hemos vivido en eso que nosotros le llamamos el área de peligro, porque metemos al adversario en ella, pues es la zona de impacto; lo que quiere decir, además, que no le tememos a nadie ni a nada. Nosotros, los boxeadores y todos los deportistas, tampoco comemos susto. A los que están jugando con la cadena y con el mono, la noticia que les tengo es que vamos a seguir dando mucha guerra».


Para los atletas, que desde el próximo día 24 le estarán poniéndo el corazón a Cuba en los escenarios de competencia, con la fusilera Eglys de la Cruz en el estreno de la Mayor de las Antillas en la mañana de ese día, fue muy emotivo ver a su Presidente poniendo ese mismo corazón a la independencia, a la soberanía, a la paz, a la tranquilidad ciudadana, al amor, enfundado en la camiseta olímpica que viste aquí la delegación de la Patria.

Si Cuba se convirtió en una potencia deportiva, partiendo de la nada, fue por la obra visionaria de Fidel, por el esfuerzo y el sacrificio de sus atletas y entrenadores, por la sabiduría de sus científicos y médicos que le tributan a la actividad física de alto rendimiento. Pero hay algo esencial que no va a las estadísticas ni se puede medir con un cronómetro, porque no existe cómo hacerlo: esa potencia surgió y se desarrolló, porque los deportistas se parecen a su Revolución y a su pueblo: van con el pecho, lleno de amor, por delante al combate.

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