Por José Rafael Vargas, periodista y abogado
El más admirado de la izquierda dominicana.
Siempre creí que Iván Rodríguez era uno de los líderes más querido, admirado y respetado por toda la izquierda dominicana.
Pese a las diferencias marcadas de todas las organizaciones de izquierda, Iván Rodríguez siempre fue un referente de seriedad, verticalidad y de conducta invariable en todos los difíciles procesos políticos que vivió.
Por eso, tenemos que reafirmar hoy que la muerte no existe, cuando se ha vivido bien la obra de la vida.
Y con Iván cobra valor lo que Martí dimensionó para los revolucionarios sin pausa:
"Mientras más viejo en edad, más lozanos han sido los valores que rigen sus vidas".
A los 14 años conocí a Iván Rodríguez, cuando era uno de los dos líderes principales de la Línea Roja del 14 de Junio, agrupamiento forjado al calor de la lucha libertaria, cuyo emblema fue la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, y posteriormente el movimiento que lidereó Manuel Aurelio Tavarez Justo en 1962 y 63.
Iván estaba ahí, acompañando a Manolo en el 14 de Junio y luego en las escarpadas montañas de Quisqueya.
Y a partir de ahí no tuvo descanso.
Solo el cáncer lo pudo vencer, pero murió con el mayor respeto y validación de sus contemporáneos y de todo el pueblo dominicano.
Asombrosa y ejemplar la sencillez y humildad con que vivió. Su ejemplo de vida es el que corresponde a un militante auténtico líder de las transformaciones sociales.
Hoy estamos despidiendo a un revolucionario de excepción.
De esos que no tuvieron pausas y nunca bajaron la cabeza.
La mayor virtud de Iván es el respeto y la admiración que todos sentimos por su conducta pública, lo que nos muestra el mejor ejemplo de que todo no está perdido.
Hoy la izquierda pierde a una de sus estrellas virtuosas.
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