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Ana Belén Montes y la consciencia de la injusticia

«Considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa

«Hice lo que considere más adecuado para contrarrestar una gran injusticia«.

Con esas dos oraciones declarativas, la boricua y ex analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa del Gobierno de Estados Unidos, Ana Belén Montes, inició y concluyó su testimonio en el proceso judicial que la condujo a ser condenada a 25 años de prisión bajo la acusación de conspiración para cometer espionaje a favor de Cuba. El pasado 7 de enero, se conoció sobre su ex carcelación de la prisión militar de Carswell, en Fort Worth, Texas, tras haber cumplido 20 años de su condena, y de su regreso a Puerto Rico donde continuará bajo un régimen de libertad condicional por 5 años más.

Muchos y muchas -más de los que a algunos les gustaría- secretamente admiran la gesta de Ana Belén. No solo por su determinación y valentía sino también por su desprendimiento y generosidad personal, cualidades que a veces parecen estar en peligro de extinción en un mundo asediado por los peores males del individualismo y el materialismo.

Otros se preguntarán por qué lo hizo. ¿Qué motivación puede llevar a una persona, adiestrada y acomodada en una posición de extrema secretividad y confianza, rodeada de riesgos y peligros, pero tambien de tentadoras recompensas, sabedora de las consecuencias que enfrentaría, a tomar una decisión como la que tomó Ana Belén Montes varias décadas atrás? A nuestro juicio, la decisión sólo tiene una explicación: su profunda consciencia de la injusticia que representa la política de aislamiento y exclusión hacia Cuba- el embargo o bloqueo-que le ha impuesto el gobierno de Estados Unidos a la mayor de las Antillas, con consecuencias devastadoras en la vida diaria de su gente. Como también expresó en dicha ocasión:»Me consideré moralmente obligada a ayudar a la Isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político».

En palabras simples, Ana Belén Montes fue movida entonces y ahora por los supremos sentimientos del amor, la tolerancia, el respeto y la solidaridad hacia otras personas y hacia otras formas de vivir y organizar la sociedad, principios que a tantos les gusta invocar, pero que tan pocos pueden vivir como lo hizo ella, hasta las últimas consecuencias.

Por ello, el castigo para ella fue implacable. Como lo ha sido por más de 60 años para el pueblo cubano, simplemente por este afirmar su derecho a organizar su sociedad y vivir en su país en sus propios términos.

Hoy Ana Belén Montes ya se encuentra en su patria, rodeada del amor de los suyos y del cariño y la admiración de su pueblo. Disfruta por primera vez en 20 años de la naturaleza, del azul de nuestro mar y del verdor de nuestros campos, del calorcito puertorriqueño que nos reconforta y nos hace sentir en casa.

Pero, como tan bellamente nos advierte su prima Miriam, necesita el espacio necesario para reencontrarse consigo misma, comenzar a sanar y a planificar el futuro que le aguarda más allá de los muros grises de la prisión. Ciertamente, un espacio personal que tiene más que merecido y ganado por sus acciones y trayectoria, como también se ha ganado un sitial en nuestra historia como ejemplo luminoso del internacionalismo generoso al que todos y todas debemos aspirar.

 
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